En años recientes, ha aumentado rápidamente el número de informes basados en estudios epidemiológicos en los que las infecciones bucodentales se asocian con enfermedades sistémicas. El efecto de la infección microbiana de la boca en el resto del organismo no es un concepto nuevo y se remonta a los antiguos asirios antes de Cristo. 

La idea se ha mencionado de tiempo en tiempo, incluso a fines de los años ochenta en trabajos de investigadores finlandeses que muestran un asociación estadística entre la infección dental y la enfermedad cardiovascular. En los años noventa se ha descubierto que en las embarazadas con infecciones bucales es más alto el riesgo de tener niños prematuros de bajo peso al nacer. 

También se sabe desde hace años que las personas con ciertas afecciones del corazón, anormalidades de la coagulación o articulaciones artificiales son especialmente vulnerables a los microbios que viven en la cavidad bucal. 

Por lo común a estas personas se les recomienda tomar antibióticos antes de someterse a procedimientos dentales que puedan provocar hemorragia y una posible bacteriemia transitoria. Además se sabe que la diabetes y la enfermedad periodontal se afectan recíprocamente. Sin embargo, frente a esos datos surge un factor de confusión: las infecciones bucales son solo uno de los muchos factores importantes que pueden afectar a las enfermedades sistémicas y, en consecuencia, es difícil comprobar la relación causa y efecto. 


Las infecciones bucodentales como las caries y la periodontitis son las enfermedades crónicas más comunes del mundo. Destruyen el esmalte, la dentina, las superficies de las raíces y parte del periodontio (ligamento, encía, cemento y hueso alveolar). En la cavidad bucal más de 400 especies de bacterias crean una capa que constituye un exquisito sistema ecológico y los primeros colonizadores del lugar son los estreptococos, que contribuyen a iniciar la caries dental. Actinobacillus actinomycetemcomitans, Porphyromonas gingivalis y Treponema denticola son colonizadores asociados con la periodontitis. Cuando estas bacterias se acumulan (108 o 109 unidades formadora de colonias por milígramo de placa dental) se adhieren a las superficies de los dientes y liberan continuamente elementos nocivos y metabolitos, especialmente lipopolisacáridos. Frente a estas infecciones, el huésped suele desarrollar una respuesta inflamatoria crónica. Cada vez se observa con mayor frecuencia una estrecha relación entre las infecciones bucodentales (incluida la periodontitis) y las enfermedades cardiovasculares. Varios estudios muestran que si se controlan los factores de riesgo como la edad, el sexo, las altas concentraciones de colesterol, el peso, la hipertensión y otros, las personas con enfermedad periodontal corren mayor riesgo de enfermedad cardiovascular que el resto de la población.
Chlamydia pneumoniae y otros organismos patógenos de la placa dental bucal que producen lipopolisacáridos pueden por vía de la circulación infectar los tejidos cardiovasculares y contribuir al desarrollo de aterosclerosis y al riesgo de isquemia e infarto del miocardio. En la placa dental de más de 60% de los adultos se encuentran también Streptococcus sanguis y P. gingivalis, que contienen una proteína asociada con la acumulación de plaquetas (PAAP), la cual, se sospecha, podría llevar al infarto del miocardio. Por otra parte, las infecciones bucodentales crónicas como la periodontitis parecen estar asociadas con las enfermedades sistémicas. Por ejemplo, la interacción con la diabetes mellitus es bien conocida. También se está investigando la relación que pueda tener la presencia de Helicobacter pylori en la cavidad bucal con la enfermedad gástrica, y la enfermedad periodontal con el enfisema pulmonar y otras enfermedades del aparato respiratorio. Dado el creciente interés por la periodontitis, se han aprobado tres nuevos tratamientos para combatirla. Además, han recibido apoyo muchos estudios básicos y de interés clínico sobre la relación planteada. Será necesario llevar a cabo estudios sobre intervenciones clínicas para determinar si la disminución de infecciones de la cavidad bucal reduce las enfermedades sistémicas.

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